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lunes, 26 de septiembre de 2011

PANTAGRUÉLICA CENA EN EL BUENOS AIRES DE 1857


O como comer desaforadamente sin que los demás lo noten

Llama la atención cuando se visita un museo histórico, el tamaño de los trajes civiles y militares de los próceres que lucharon tanto en la independencia como en las guerras civiles, en relación al tamaño de sables y espadas utilizadas en la lucha. Los trajes nos muestran una mayoría de esas personas, de acuerdo a los nombres que están junto a los trajes, una talla de mediana a pequeña, muy delgada, mientras que las armas de puño se ven grandes y pesadas. La imagen que los relatos escolares crean de los próceres en la mente de los alumnos es la de superhombres, por lo tanto corpulentos y fuertes. El cine que reproduce sucesos y personajes históricos universales, también se encarga de presentarlos lo más bellos, robustos y fuertes posible, en correspondencia con el imaginario popular y las necesidades del marketing cinematográfico. 
 
Que eran fuertes, no cabría ninguna duda porque si con cuerpos pequeños en relación a las tallas actuales, podían levantar semejantes espadas, sables y lanzas y mantenerlas en alto golpeando a diestra y siniestra, a pie o a caballo, durante todo el tiempo que duraban las batallas cuerpo a cuerpo, la fortaleza de esos cuerpos seguramente era descomunal.

Otro tanto ocurre cuando se piensa en los estómagos de hombres y mujeres de esa época, cuando se revisa el contenido y cantidad de las comidas que ingerían diariamente y mucho más cuando se leen los menúes de los festejos y grandes banquetes. Se puede asegurar que ninguna persona de hoy por glotón, angurriento e insaciable que sea, podría comer la tercera parte de lo que esas personas consumían. Así puede comprobarse leyendo con atención los libros, memorias o cartas escritas en esa época, dado que no existe, salvo contadas excepciones, una historia de los gustos y costumbres alimentarias de las épocas históricas. Este blog tratará de cubrir esa carencia comentando los datos al respecto que se encuentren al paso de la investigación sobre la galleta de campo.

Lo primero que se comentará en esta oportunidad es lo hallado en el libro de Lina Beck-Bernard, EL RIO PARANÁ,  Cinco años en la confederación Argentina, 1857-1862. Esta señora estaba casada con Charles Beck, empresario suizo que se radicó en Santa Fe en 1857 para promover la colonización agrícola con familias provenientes de Europa. Lina, en su libro, relata el viaje que realizó con sus hijos para reunirse con su esposo, dejando su testimonio sobre las costumbres del país en esos años y el paisaje de las zonas que recorrió. Luego del relato del viaje desde Europa y debiendo hacer una escala forzosa en Buenos Aires antes de proseguir el viaje a Santa Fe, fue invitada a cenar a casa de una familia cuyo apellido no revela. He aquí su relato extraído de la página 61 de la edición referenciada al final de esta entrada.

Lina Beck-Bernard

“Hemos sido invitados a cenar en casa de una señora argentina, muy rica y obsequiosa. El marido, europeo, ha querido que la comida se prepare y sirva a usanza del país, para que nos hagamos una idea exacta de sus hábitos gastronómicos.” A continuación realiza una interesante descripción de la dueña de casa, de su hermana y del ambiente de la casa donde son recibidas: “Antes de pasar al comedor, entramos a un salón muy hermoso, donde nos recibe la dueña de casa, acompañada de su hermana, distinguidísima mujer, de una rara belleza. Ambas se expresan perfectamente en francés. Doña Ángela es del tipo andaluz, facciones nobles y regulares, rostro mate pero de tonos agradables, muy graciosa y con una espléndida cabellera, como no hay otra, según dicen, en Buenos Aires.” Lamentablemente no da ninguna información sobre el grosor de los cuerpos, considerando lo que viene después. No obstante, de acuerdo a imágenes, tanto pictóricas como literarias, estas señoras llenaban holgadamente sus ampulosos vestidos. Claro, era otro el canon de belleza en esos años, muy distinto al actual.

  
“Van entrando las personas invitadas. A las cinco nos sentamos a la mesa. Sirven, primero, una…” Se reproduce a continuación el menú en forma de columna para que pueda apreciarse mejor como si se estuviera leyendo una carta de comidas. En el original está todo transcripto de corrido.
“…sopa de macaronis cocidos en aceite;…
…luego el puchero, carne de vaca hervida con verduras y arroz,…
…después papas cocidas, dulces,
…un pavo relleno con especias y pasas;
…un pastel de maíz pisado con azúcar y almendras;
…empanadas cubiertas de crema acaramelada, que contiene pescado frito, tomates, aceitunas, pasas de Mendoza, cebollas, pimientos, ajos, hierbas aromáticas; (un relleno no muy dietético… Pero siguen otros platos):
…guiso o asado con zapallo y salsa de pimentón;
…para terminar caldo, servido en lindas tazas de porcelana.
…También sirven vino y,
… cómo postres, abundancia de frutas venidas de Montevideo, uvas, manzanas, peras, higos.
Después de cenar, tomamos el café en el salón, como en Europa. La dueña de casa, eximia pianista, cuyo talento musical nada común sería reconocido en cualquier parte, nos proporciona una hora deliciosa.”

Un dato interesante que revela este testimonio, es que la cena comenzaba a las cinco de la tarde, seguramente para poder hacer honor a la totalidad de semejante mesa, terminando a una hora prudencial antes de ir a dormir. Otro detalle a considerar, si bien este texto no lo dice, no sólo es la cantidad de platos, sino el volumen de los mismos, dato que se podrá corroborar en otra nota con otras fuentes que se publicará en una entrada futura.

Indudablemente, con respecto a la reflexión hecha en la cabecera de esta nota, los habitantes de Argentina en el siglo XIX no solamente tenían brazos vigorosos sino también estómagos muy resistentes o que la fuerza de los primeros era consecuencia de poderosos jugos gástricos producidos por los segundos a partir de semejantes ingestas. Otro detalle que llama la atención es la mencionada pequeña talla de los trajes de la mayoría de los héroes a pesar de las tremendas comilonas a las que eran afectos. Realmente envidiable.

Doña Lina Beck-Bernard ofrece en su libro gran cantidad de pintorescos informes sobre las costumbres que conoció y paisajes que recorrió, comentarios que darán posibilidades de nuevas notas a este blogger.

Jorge Surraco

BIBLIOGRAFÍA

Beck-Bernard, Lina: El Río Paraná (Cinco años en la Confederación Argentina, 1857-1862 – traducción de José Luis Busaniche. Emecé Editores S.A., 2001, Buenos Aires, Argentina.

Ducrot, Víctor Ego: Los Sabores de la patria (Las intrigas de la historia argentina contadas desde la mesa y la cocina) 2ª ed.Grupo Editorial norma, 2009 – Ciudad de Buenos Aires, Argentina.



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