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lunes, 25 de agosto de 2014

El Puchero




Revisando nuestro archivo de notas y revistas, encontramos el N° 12 de la revista “Selecciones Folklóricas” del año 1966, publicado por la Editorial Codex, donde pudimos leer la nota sobre “El Puchero” de Juan Carlos Merlo, que ahora compartimos.




  HISTORIA ANECDÓTICA DE PALABRAS CRIOLLAS
Por Juan Carlos Merlo

Dejando para otras especialidades y circunstancias el enfoque lingüístico, aquí nos complacemos en recoger el fruto de esos estudios, pero sazonado como para que cualquier paladar lo saboree, sin especial preparación.
Tras la apariencia ligera y anecdótica acaso se descubra cuánto enseñan las palabras con las vicisitudes de su propia vida. No es ocioso descubrir, tras nuestros muy criollos términos de todos los días, resonancias que nos llegan del corazón de la América prehispánica o de períodos áureos de la cultura europea.

En el fluir constante de su habla el pueblo configura a cada paso nuevos significados para viejas palabras. Del rico léxico que emplea el pueblo para expresarse, son muy pocas las palabras que han sido creadas espontáneamente. La gran mayoría de voces en uso son el fruto de un proceso constante de recreación por el cual viejas palabras van amoldándose a nuevos usos. Y en esta recreación muchas formas e ideas se repiten y muchos cambios de sentido aparecen reiterados una y otra vez en diferentes palabras.
Veamos un caso que se repite a menudo: es muy común usar la palabra que designa un recipiente para señalar el contenido de éste.
"Sírvase una copa" equivale a decir "sírvame vino u otra bebida en esa copa". "Olla" se dice desde muy antiguo en España tanto para nombrar la conocida vasija como la comida que en ella se prepara y que, en todos los países hispanohablantes, se llama también "puchero".

Con esta última palabra ocurrió un fenómeno similar. Puchero es la forma castellana equivalente del latín pultarius y ya había testimonio de su uso actual en el siglo XII.
Pero pultarius para los romanos era sólo el nombre de la vasija que usaban para cocer el puls, una antigua comida que preparaban con harina, agua y sal y que probablemente fuera similar a las gachas o puches de los españoles. En el uso castellano, la palabra pasó a designar tanto la vasija como una nueva comida que en ella se cocía. Todavía en un pasaje de Blasco Ibáñez se usa "puchero" con el sentido de "vasija"

 "... Una fila de pucheros desportillados pintados de azul servían de macetas sobre el banco de rojos ladrillos... "
Ya en la mayor parte de América se ha perdido este viejo significado y con esta palabra se designa sólo el plato, tan lejano por cierto de aquel magro puls que comían los romanos primitivos, aunque también en parte diferente del que preparan los españoles.


En efecto, en nuestras pampas cambiaron los ingredientes del típico puchero español. La carne de cerdo y especialmente los garbanzos eran indispensables en el plato peninsular, como se deduce de este pasaje de Lope de Vega:
"quedaríase mi puchero para la noche, que en verdad que no le había echado garbanzos, por ir de presto a misa... "
En cambio, en el puchero criollo se incorporó el choclo, la mazorca tierna del maíz que ya era apreciado alimento de los aborígenes de la parte sur del continente. El choclo tomó aquí su nombre de la palabra quechua "choccllo" en la que se modificó levemente la pronunciación, y se incorporó a la alimentación como ingrediente de varios platos criollos de clara ascendencia indígena, pero también del puchero que tenía ya su nueva ciudadanía.
 
Plato básico en la mesa de las familias pobres, no siempre podía tener los ingredientes que lo hacían más suculento y apetitoso; entonces pasaba a ser el "pucherete", forma despectiva y hasta burlona que se usa para designar el puchero escaso y pobre. Lucio V. Mansilla recuerda en Una excursión a !os indios ranqueles un almuerzo con charqui asado y puchero con choclos:
"...se eligieron los pedazos de charqui más gordos, se hizo un gran fogón, colocando en él una olla para cocinar un pucherete y cocer el resto de choclos que quedaba", (cap. XIX).

De esta palabra se han mantenido vivas algunas formas figuradas. Con su antiguo valor de "alimento o sustento diario" se usa en frases como "ganarse el puchero" que equivale a "trabajar para vivir", "ganarse el pan" o como dicen los españoles "empinar el puchero". Es que, tanto en España como en América, el pan y el puchero han sido el símbolo de todo alimento, de lo que es más indispensable para vivir, como en la vieja metáfora bíblica. Sobre este significado se ha formado "pucherear" que vale tanto como "trabajar o ganar apenas para vivir, apenas para comer un puchero".


Por último tiene plena vigencia entre el pueblo el antiguo giro "hacer pucheros" que con el significado de "hacer gestos que preceden al llanto" se lee en este pasaje del Quijote:
". . .el cual Sancho, hallando a la ama y a la sobrina llorosas, comenzó a hacer pucheros y a derramar lágrimas".

Como se ve, pasados más de veinte siglos, una palabra tan estrechamente unida a las costumbres de pueblos tan lejanos ha podido mantener su sentido casi inalterado.
Un recipiente dio su nombre a uno de los alimentos típicos y tradicionales de los pueblos hispánicos. 


lunes, 17 de febrero de 2014

De la caldera a la pava eléctrica pasando por el termo 2



Segunda nota
Las observaciones de los viajeros del siglo XIX (1)
 Por Jorge Surraco Ba

En esta segunda nota sobre el mate, tan venerado y consumido por uruguayos y argentinos, plantearemos y trataremos de demostrar que no es algo, como se piensa, exclusivo del ámbito rioplatense con algo de proyección hacia el resto de Argentina. Para ello vamos a indagar en las observaciones de algunos viajeros extranjeros que nos visitaron en el siglo XIX, presentándolos en el orden de las fechas en que anduvieron por estos pagos. Esta búsqueda nos permitirá encontrar las raíces históricas de esta costumbre y proyectarla a la actualidad.
 
            Comenzaremos por Julien Mellet[1] (1808) que luego de su viaje por Paraguay y relatando los distintos productos de esa zona, se detiene especialmente en la descripción de la yerba y el uso del mate: “…creo útil hacer aquí la descripción de la yerba mate del Paraguay, tan renombrada en la América Meridional y enseñar su preparación y su uso.
         Se comienza por colocarla en un calabazo chico, llamado mate, preparado en forma de copa pequeña. Se pone como en el té, suficiente cantidad de azúcar y se vierte enseguida agua hirviendo, que se bebe pronto sin dejarla que tenga mucha infusión, pues de otro modo se pone negra como la tinta.” 

Llamamos la atención sobre el tema del azúcar y del agua hirviendo, práctica muy en boga en esos años y hoy considerado como una mala práctica. Ya marcamos esta particularidad en la nota anterior sobre este tema y en este mismo blog a la cual nos remitimos[2]. Sigamos el relato de Mellet: “Para evitar que la yerba que sobrenada se trague, se emplea un cañuto de plata que se llama bombilla, la cual en una extremidad tiene una bola cubierta de muchos pequeños agujeros, que dejan salir enteramente la bebida. Todo el mundo toma el mate en rueda con el mismo cañuto; y a medida que se bebe, se vuelve a poner en el mismo mate y la misma yerba, más agua caliente.”

         La bombilla, la costumbre de pasarla de boca en boca y la de seguir agregando agua a la misma yerba, son detalles que siguen llamando la atención a quienes nos ven por primera vez tomar mate a los argentinos y uruguayos, aspectos que, a los que prácticamente hemos nacido tomando mate, nos parece lo más natural del mundo. Continuemos con las palabras del comerciante francés: “…Tal es el modo usado en el Paraguay. La diferencia que hay es que los ricos gastan mates de plata u oro macizo y los que los pobres usan, solo están adornados con plata.” Estas piezas históricas pueden observarse en nuestros museos, no obstante resulta curioso que los pobres de entonces usasen mates adornados con plata, aunque no se debe olvidar que la platería fue una artesanía practicada por los pueblos aborígenes del sur argentino.

            Mellet hace una apreciación favorable al mate por encima del té: “…Esta bebida de olor muy agradable es, a mi modo de pensar, mejor que el té. Las gentes del país están de tal modo habituadas a ella que los más pobres la toman tres o cuatro veces al día, especialmente en ayunas.” Compartimos la opinión de Julien respecto a la superioridad del mate sobre el té, aunque la misma podría estar influenciada por el hecho de que él es francés y el comercio del té es un negocio monopolizado en ese tiempo por los ingleses en Europa, con quien Francia esta enfrentada en 1808 y probablemente, quisiera introducir una competencia a la bebida proveniente entonces de China, India y especialmente de Ceylán, la actual República Socialista de Sri Lanka y que en 1802 se había convertido en la primera colonia de dominio inglés. No hay que olvidar que Mellet es un comerciante y que sus escritos, como los de los muchos viajeros que nos visitaron en esa época, tenían diversidad de fines como pueden ser la información para inversionistas; espionaje militar o satisfacer la curiosidad del público decimonónico por regiones exóticas.
 
            Es interesante la observación que hace respecto al comercio de la yerba mate en esos años: “…Además del gran comercio que hacen con esta bebida en países lejanos, el que mantienen con las ciudades de La Paz, Cuzco, el Alto Perú, Chuquisaca, Mendoza, Salta, Tucumán, Córdoba, San Juan, San Juan de la Frontera, etc., es mucho más importante. Todos los años se enviaban al reino de Chile, 21.800 quintales[3] para el consumo del país.”  Más de un millón de kilogramos de yerba mate por año enviados a Chile, nos parece un consumo muy importante para la época teniendo en cuenta el desarrollo poblacional de entonces. Santiago de Chile tenía por esa época (1808), 35.000 habitantes según Mallet (otros dicen 100.000 y 700.000 en todo Chile) y Buenos Aires con alrededor de 40.000, con una cantidad algo menor a Chile en todo el actual territorio de la Argentina. La gran difusión contemporánea del mate en todo Chile, tiene prolongadas raíces históricas, aunque durante un tiempo se haya recluido en la Patagonia chilena, lo mismo que en Bolivia y Perú, aunque hoy en estos países no alcance niveles importantes.

            La costumbre de tomar mate, no es como se piensa en general, una exclusividad de argentinos y uruguayos, mal que le pese al orgullo rioplatense, sino que es algo extendido históricamente a todo el Conosur, donde hay que incluir también a gran parte de Brasil, especialmente en su zona sur. Tampoco hay que olvidar a Paraguay que no es sólo productor, sino también gran consumidor. En Chile, donde ya se anda por la calle con mates y termos, aseguran tener la ciudad con mayor consumo de yerba mate del mundo per cápita: Coyhaique, en el sur transandino, región desde donde se ha proyectado a la zona metropolitana, donde también la han llevado jóvenes que han vuelto de Argentina. Estos países en su conjunto suman más del 95% del consumo mundial de yerba mate[4].

            Próximamente, continuaremos con otro viajero del siglo XIX y sus observaciones sobre la costumbre sudamericana de tomar mate.

BIBLIOGRAFÍA          
Mallet, Julien: Viajes por el interior de América Meridional; Hyspamérica, Buenos Aires, Argentina, 1988.

[1] Julien Mellet, comerciante francés que recorrió el continente centro y sudamamericano durante 12 años, desde 1808 hasta 1820. Su libro “Viaje por el interior de América Meridional”, se publicó por primera vez en París en 1821.
[3] El quintal es una medida de peso, equivalente a 46 kgs.; cien libras, o cuatro arrobas. En este caso Mellet nos informa que hacia 1808, Chile consumía 1.002.800 Kg de yerba mate por año.
[4] Instituto Nacional de la Yerba Mate.